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martes, 3 de marzo de 2020

ADIOS- ATARDECER.¡¡



              ADIOS-  ATARDECER.


Contemplaba con mirada de pequeño dios impotente
el conglomerado turbio y gigantesco, tierno y brutal ,
aborrecible y querido, que como un temible leviatán ,
se recortaba contra los nubarrones del oeste.

El sol se ponía y a cada segundo cambiaba el color 
de las nubes en el poniente. Grandes desgarrones y
grisvioláceos se destacaban sobre un fondo de
nubes más lejanas: grises, lilas, negruzcas.
Lástima ese rosado, pensó, como si estuviera
en una exposición de pintura. Pero luego el
rosado se fue corriendo más y más,abaratando
todo. Hasta que empezó a apagarse y,
pasando por el cárdeno y el violáceo, llego al
gris y finalmente al negro que anuncia la muerte,
que siempre es solemne y acaba siempre por
conferir dignidad.
Y el sol desapareció.

Y un día más terminó en el campo; algo irrecuperable
para siempre, algo que inexorablemente lo
acercaba un paso más a su propia muerte.
! Y tan rápido, al fín , tan  rápido ¡.
Antes los años corrían con mayor lentitud y todo
parecía posible, en un tiempo que se extendía
ante él como un camino abierto en el horizonte.
Pero ahora los años corrían con creciente rapidez,
hacia el ocaso."., y a cada instante se sorprendía
diciendo: " hace veinte años, cuando lo ví por
última vez " o alguna otra cosa tan trivial pero tan
trágica como esa; y pensando enseguida, como
ante un abismo,  qué poco, que miserablemente
poco resta de aquella marcha hacia la nada.
 Y entonces, ¿ para qué ?

Y cuamdo llegaba a ese punto, y cuando parecía que
ya nada tenía sentido, se tropezaba, acaso, con uno
de esos perritos callejeros, hambriento y ansioso
de cariño, con su pequeño destino, ( tan pequeño
como su cuerpo y su pequeño corazón que
valientemente resistirá hasta el final, defendiendo
aquella vida chiquita y humilde, como desde una
fortaleza diminuta ), y entonces, recogiéndolo, 
llevándolo hasta una cucha improvisada en donde
al menos no pasase frío, dándole algo de comer,
convirtiéndose en el sentido de la existencia den 
aquel pobre perrito, algo más enigmático pero
más poderoso que la filosofía parecía volverle 
a dar sentido a su propia existencia.
Como los desamparados en medio de la 
soledad, que se acuestan juntos, para darse 
mutuamente un poco de calor. "


Ernesto Sábato.- La Resistencia-
Pág. 115- 116
Cuarta Carta,
Junio del 2000.